En ocasiones, la búsqueda de vinos singulares, únicos, pasa por la recuperación de variedades autóctonas, de escasa producción, pero que aportan destacadas cualidades sensoriales. Es el caso de la investigación conjunta entre el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Bodegas Terras Gauda. Un proyecto que les ha permitido seleccionar y aislar un microorganismo de la variedad Caíño blanco, y a la vez, recuperar una variedad casi extinguida. “Su cultivo no es fácil, pero al igual que las mejores variedades proporciona a los vinos untuosidad, mucho cuerpo y estructura, así como un largo final de boca”, asegura Emilio Rodríguez Canas, director técnico de Bodegas Terras Gauda.
El trabajo resulta de especial interés si se tiene en cuenta que la uva Caíño blanco, autóctona de la subzona de O Rosal, adscrita a la D.O. Rías Baixas, es la menos productiva y escasa de las variedades blancas gallegas, aunque aporta buena estructura y cuerpo a los vinos, algo que confirma Emilio Rodríguez Canas, director técnico de Bodegas Terras Gauda. “Además de ser la única variedad de Rías Baixas que únicamente se cultiva en el Valle de O Rosal, como todas las variedades excepcionales a nivel mundial, su cultivo no es fácil. El Caíño blanco es muy sensible a las enfermedades y su producción es escasa y tardía. De hecho, es la última que vendimiamos, con los riesgos que ello conlleva. Sin embargo, como sucede con las mejores variedades, el Caíño blanco aporta a los vinos untuosidad, mucho cuerpo y estructura así como un largo final de boca”, explica.